martes, 26 de junio de 2012

Lo cierto es que...

A través de los años y a medida que va pasando el tiempo, los seres humanos vivimos experiencias diversas que nos van forjando en nuestra personalidad y por lo tanto, en como reaccionamos ante los estímulos externos tales como las personas que nos rodean.

Y así como nos vamos construyendo, nuestros padres, abuelos, tíos y etc. Van pasándonos pedacitos de sabiduría popular extraídas desde sus propia vida. Pero cuando uno es jóven y está aburrido muy pocas veces toma en cuenta lo que te dicen y a veces la letra tiene que entrar con sangre no más (y a veces literalmente como por ejemplo cuando te dicen que te ates los zapatos, no lo haces y terminas de jeta en el piso, sin dientes).

Los años avanzan, el tiempo se escapa y de repente uno se para a pensar en todas esas cosas que te dicen, desde que no corras con tijeras (primero cuidando la integridad física) hasta el clásico "no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, no des las cosas y en especial a las personas por sentado" (cuidando la integridad emocional). Y es precisamente esta última lección la más difícil de aprender, debido probablemente a que el ritmo de vida de los seres humanos en la actualidad no solamente es altamente competitivo, si no que muchas veces nosotros mismos nos proponemos varas muy altas para alcanzar e independientemente de lo mucho que se pueda o no conseguir hay cosas que dejamos de ver como especiales y pensamos que van a quedarse ahi para siempre.

Y por cosas, me refiero a las personas. Creo que las personas y las relaciones humanas se han "cosificado" pensamos que las gente que nos rodea es mas como una parte mas de nuestra colección de elementos que vamos comprando/encontrando en el camino. Y que tal cual como el resto de nuestras posesiones son facilmente reemplazables.

Muchas veces se debe pasar y sufrir la muerte de un ser querido (familiar, amigo, novio) para poder darnos cuenta de que esta persona era realmente importante para nosotros a pesar de que no se le daba el tiempo correspondiente. Creo que este caso es uno de los más difíciles de sobrellevar ya que en este caso no hay una vuelta atrás. De nada sirven los rezos y las súplicas cuando ya no está en nuestras manos compensar por todo el tiempo no compartido.

En otros casos, lo que sucede es que por andar pensando en otras prioridades de vida, dejamos de ver lo mas escencial y simple de nuestras vidas. En estas situaciones, la persona que esta "dejada" eventualmente termina por aburrirse de ser menos importante que el jarrón de la mesa del comedor y termina por hacer la gran Houdini, desaparecer, escapar y buscar horizontes mas prósperos. Tal vez frente a esta realidad sea más fácil la recuperación, no obstante, si esta no se diera es casi igual de doloroso despertar y darte cuenta de que has perdido a alguien por tu ineptitud para las relaciones humanas.


El egoísmo exagerado nos lleva a pensar que tenemos más cosas que hacer y lograr, lugares a los que ir, gente que conocer...y eso esta perfecto...de hecho uno debería vivir la vida ambiciosamente, pero hasta que punto uno puede dejar todo de lado para llegar a la cima, si cuando llegues ahi no habrá nadie para acompañarte y la verdad es que por lo general las cimas de las montañas son frías y llenas de hielo, me imagino que sería importante haber logrado conseguir alguien que te haga compañía.

Por eso, siempre hay que hacer lo posible por estirar la mano, agarrar el teléfono y mandar mínimamente
un mensaje de texto. Pregúntense, que pasaría si mañana fulano o sultano se moriría, ¿tendríamos la consciencia limpia y sabríamos que compartimos todo lo que pudimos con esta persona? o ¿nos daríamos cuenta de que hemos abandonado a la gente por ganar una carrera imaginaria o simplemente por descuido?

Las personas somos seres sociables por naturaleza, asi que tarde o temprano nos tocará la necesidad de sentir un abrazo o la compañía de alguien.

1 comentario:

  1. Tal cual mamita... Crecer también se llama.
    Pero feo, feo, feo, feo siempre.

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